
Cuenta la leyenda que el Dios Febos al llegar a las costas de Sanlúcar desenganchaba a sus caballos de fuego de la carroza para que descansaran y corrieran libres viendo la puesta de sol. La historia nos habla de que al anochecer los comerciantes de pescado, que querían evitar los impuestos, descargaban la mercancía en la playa y la cargaban en caballos negros que galopaban por la orilla del mar al abrigo de la noche, así surgió la rivalidad entre unos y otros que apostaban por ver quién sería el más rápido.
Hoy, en pleno siglo XXI, la playa de Sanlúcar de Barrameda, situada entre la puesta de sol y el Coto de Doñana, se ha convertido en el hipódromo natural más espectacular del mundo que acoge durante seis jornadas en verano a aficionados, curiosos, turistas y veraneantes que asisten a las carreras tanto desde sus sombrillas como desde los palcos.
Una organización histórica
El 31 de agosto de 1845 se celebraron las primeras carreras de caballos por las playas de Sanlúcar ya reglamentadas y con normas de aptitud, peso y velocidad. El recorrido se estableció en algo más de dos kilómetros desde Bajo de Guía hasta las Piletas acorde con el calendario de las mareas cuando hay bajamar.
Los primeros estatutos fundacionales de la Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda, como organizadora del evento, impresos en noviembre de 1845, establecían “el fomento de la raza caballar andaluza” y se indicaba que “una de las actividades que llevará a cabo la sociedad será la celebración de carreras de caballos con tal fin.” En 1981, la antigua Sociedad se refunda ampliando las jornadas de competición a dos ciclos de tres días cada uno de ellos además de oficializarse las carreras e integrarse dentro del circuito hípico nacional junto con las de Madrid, San Sebastián y Sevilla.
Sombrillas, apuestas y fino
El régimen de las mareas es el encargado de establecer el calendario de competición; cada año se consultan las tablas de mareas y se fija la fecha de celebración del primer ciclo, es decir, los tres primeros días de competición coincidiendo con la bajamar y que deja sobre la playa una arena húmeda traída por las mareas idónea para correr. Catorce días después de la última jornada se celebra el segundo ciclo con otros tres días de competición y que es el preferido por los turistas.
Se da la salida y el jeep de la Guardia Civil comienza a acelerar al mismo tiempo que los caballos salen de los cajones y levantan a su paso la arena húmeda de la playa, otro jeep cierra la comitiva dando paso a la invasión de bañistas que desde dentro del agua ven el final de la carrera, en la línea de meta están los palcos y el público que se viste de domingo para ver a los caballos cargado con los boletos de apuestas, la copa de fino y los prismáticos para no perder detalle.
A lo largo del recorrido se colocan las casetas de apuestas infantiles: detrás de las cajas de cartón fabricadas por los niños y regentadas por ellos mismos todo el mundo puede apostar (mínimo 20 céntimos, máximo 1 euro), a cambio se entrega un boleto con la apuesta a caballo ganador, si se acierta se cobra 3 a 1. En la propia arena, el palco para la entrega de premios, el paddock, los boxes, las casetas de apuestas y la prensa. Las carreras de Sanlúcar fueron declaradas Interés Turístico
Internacional, hasta el punto de que periodistas nacionales e internacionales se acreditan para hacerse eco de lo que son los caballos en la playa y la pasión de Andalucía. Otro de los argumentos importantes, para que jinetes y propietarios se desplacen hasta Cádiz, son los grandes premios que donan las empresas, entidades e instituciones andaluzas para la causa.
Por estos motivos y otros muchos, la población de Sanlúcar de Barrameda, bañada por el Atlántico y el Guadalquivir, se convierte cada verano en el centro de las miradas deportivas, turísticas y sociales. Y es que sólo el galope de los caballos nos puede hacer olvidar la puesta de sol sobre el Coto de Doñana.